dimarts, 17 de gener del 2012

CHARLIE RIVEL JUNIOR, HISTÒRIA SENTIMENTAL A TÍTOL PÒSTUM

CHARLIE RIVEL JUNIOR (31/12/1925-15/12/2011)

16/12/11
Mor Charlie Rivel júnior. Fill del genial pallasso català Charlie Rivel
Jordi Jané •Publicat a El Punt Avui. Edició Nacional 16-12-2011 Pàgina 60
Charlie Andreu Busto (Charlie Rivel júnior) va morir ahir a la matinada al seu domicili de la ciutat sueca d'Eskilstuna, a causa d'un càncer de pròstata. Era fill del pallasso català Josep Andreu i Lasserre (Charlie Rivel) i de la també artista de circ Carmen Busto Rinke. Havia nascut en una clínica de Londres el 31 de desembre de 1925 durant una actuació dels Andreu-Rivels (Charlie, Polo i René) al Circ Olympia de Bertram Mills, que va interrompre la funció per anunciar el naixement del tercer fill del matrimoni Andreu-Busto. Charlie Rivel i Carmen Busto van tenir quatre fills: Paulina (Barcelona, 1921, l'amazona coneguda internacionalment com Paulina Schumann), Juanito (nascut el 1923 en plena travessia Palma-València i mort a Eskilstuna el 2004), Charlie i Valentino (Brussel•les, 1927-Portugal, 2006). A mesura que anaven creixent, tots quatre s'anaven incorporant als números de la família. Així van néixer els Charlie Rivel's Babys (Paulina, Juanito, Charlie i Valentino), que presentaven números acrobàtics, musicals, de dansa i de pantomima.
Acabada la Segona Guerra Mundial, Paulina es casa amb el director danès de circ Albert Schumann i els tres nois formen el trio acrobaticomusical Charlivels, una de les màximes atraccions dels night clubs de moda a París i Las Vegas durant els cinquanta i els seixanta. Els Charlivels van actuar el 1957 i el 1965 al night club barceloní Emporium (avui Sala Muntaner). El 1965, Sebastià Gasch va escriure a Destino: “Estos tres muchachos poseen a fondo las cualidades que exige el circo y reclama el ‘music-hall': gracia, inventiva, humor, dinamismo, juventud, una gran abundancia de dones puesta al servicio de constantes hallazgos acrobáticos, coreográficos y musicales, que convierte su número en una exhibición de un gusto impecable.” En cinema, els recordem a Akrobat, schööön (Wolfgang Staudte, 1943) i Two tickets to Broadway (Luces de Broadway, James V. Kern, 1951).
La pròxima nit de Cap d'Any Charlie Andreu hauria fet 86 anys.



18-1-1956 EL MUNDO DEPORTIVO
TEMAS DE CIRCO
LOS ANDREU EN BARCELONA
Como cada invierno, don Pedro Andreu, fundador de una dinastía de circenses, ha venido a pasar unos días en Barcelona. A sus 83 años, su salud es espléndida, y no han decrecido su energía ni su dinamismo.
Esta vez, la estancia en su ciudad natal será muy breve: una semana justa. Sus hijos René, Celito y Rogelio, los 3 Rivels, tienen que hallarse, a principios de la semana próxima, en Hamburgo, para empezar ya la temporada.
Como el año pasado, han venido junto con don Pedro hasta nuestra ciudad los hijos menores: Marcel, o sea Celito, y Rogelio, y en Barcelona quedarán la esposa e hijos de ambos, después de haber acompañado, la de Rogelio, a su esposo durante el viaje que ha durado nueve meses.
Los Andreu, a partir del marzo pasado, han recorrido durante seis meses, toda la Alemania Occidental, Luxemburgo y el Sarre, contratados por el Circo Williams. Fueron, luego, a Austria, con el Circo Frederik Hagembek. La estancia en Viena, que tenía que durar veinte días, tuvo que prorrogarse ante el éxito inmenso que obtuvieron, hasta tres meses. Finalmente fueron a Hamburgo, en donde trabajaron en el Hamsa Theater, hasta fin de año.
El éxito más ruidoso les acompañó, no tan sólo en Viena, sino en todas partes. Los 3 Rivels, en su número de payasos, son famosos en todo el mundo. Incluso fueron solicitados en Hollywood, para una actuación de un solo día, el de la vigilia de navidad, a efectuar por la televisión. Les fueron ofrecidos 10.000 dólares, o sea 400.000 pesetas, con el viaje por avión de ida y vuelta pagado. Por hallarse ligados al contrato tuvieron que rehusar y limitarse a trabajar por la televisión en Viena mientras duraba su actuación en el circo.
La llegada a Barcelona de los Andreu ha coincidido con la reposición, en locales de reestreno de la película “Luces de Broadway”. En ella participa, aun cuando con suma brevedad, el mayor de los hermanos Andreu, Charlie, junto con sus hijos, los Charlivels, o sea Juan, Valentino y Charlie Andreu, nietos de don Pedro.
Charlie Rivel, presentado en Barcelona por el Circo Price durante los meses de setiembre-octubre de 1954, aparece, en el film, en unas breves escenas del número de los trapecios volantes que ya le conocemos. La severidad, con el frac, de su indumentaria, no quita comicidad a los trucos del trapecio, y el público cinematográfico, una vez más, se rinde ante la eficacia del espectáculo circense.
Los Charlievels, en una demostración portentosa de facultades, se exhiben en dos números de saltos aerostáticos e intervienen, ínfimamente, con su figura arrogante y su simpatía, en la acción de la película.
La doble actualidad barcelonesa de la familia catalana Andreu, diseminada por todo el mundo, obliga a renovar el deseo de ver actuar, a alguno de sus componentes, en su ciudad natal. Al parecer, por parte de René, Celito y Rogelio, las dificultades no serían insuperables. Los tres hijos menores de don Pedro, a pasar de no faltarles contratos, estarían incluso dispuestos al sacrificio económico para facilitar su actuación, casi desconocidos, entre sus conciudadanos.
JORGE ELIAS

29-1-1956 EL MUNDO DEPORTIVO

TEMAS DE CIRCO

El “Club de Cirque” de París

En París existe, desde el año 1949, el “Club de Cirque”, abierto a todos los aficionados y profesionales del espectáculo circense. Su finalidad es la de incrementar la afición al circo, hacer que se conozca mejor, procurar que se entienda bien. Dispone en este momento de 600 socios, de todas las nacionalidades, de las profesiones más diversas y está en relación con las asociaciones similares de todo el mundo.
El “Club du Cirque” edita, trimestralmente, una revista “Le cirque dans l’Univers”, designada, modestamente, como boletín del Club. En ella se incluyen crónicas de la actualidad circense de todos los países, fragmentos de memorias de artistas célebres, instrucciones sobre los métodos de adiestramiento, evocaciones de las grandes figuras de la pista. En cada número, el sumario es muy completo, y permite, además de conocer los hechos importantes de la historia del circo, estar al corriente de su actividad internacional.
Entre la infinidad de noticias que aparecen en su último número, hallamos una referente a Paulina, nacida en Barcelona, hija del augusto Charlie Rivel y hermana de los Charlivels –quienes aparecen en varias escenas circenses, en la película “Luces de Broadway” actualmente en proyección en varios locales de reestreno- está casada con Albert Schumann, director actual del Circo Schumann, de Copenhague. Madre ya de dos hijos, quienes son biznietos, por lo tanto, del fundador del viejo patriarca barcelonés, Paulina Andreu, joven y de una gran belleza, es una excelente “ecuyère” y como tal, aparece, precisamente estos días, en un noticiario que se proyecta en los cines barceloneses.
Entre nuestros conocidos, hallamos a los D’Angolys, famosos malabaristas encuadrados en el circo holandés “Jos Mullens”, actualmente en ruta por Bélgica. Los D’Angolys son hijos del payaso Alex, perteneciente a la pareja Rico y Alex, popularísimos en otros tiempos en la ciudad. Mientras Rico está retirado en Valencia, en donde vive con su hija, su tío Alex, a los 86 años, aun acompaña a sus hijos en las campañas internacionales.
El boletín también da cuenta de la actuación en Suecia de los hermanos Muñoz, incluidos en el Circo Mijares-Schreiber. Los Muñoz, españoles, llamados los Pilars en el número de saltadores acrobáticos son, según acredita el cronista, unos excelentes clownes musicales. A pesar de su éxito internacional, los cinco hermanos, tal como hicieran los D’Angolys, trabajaban, durante su estancia en Barcelona, en modestos cines de barrio, entre números de variedades, a falta del marco apropiado a sus méritos.
“Le Cirque dans l’Univers” incluye también una crónica de Sebastián gasch, corresponsal de la revista en Barcelona. Se describen en ella, con lucidez y minuciosidad, los varios números presentados durante la pasada primavera, incluso en Barcelona, por los circos de la empresa Amorós-Silvestrini, y se relata la anécdota, hasta ahora inédita, del tigre de Marffa la Corse que llevó, una mañana de coronilla a los componentes de la caravana.
JORGE ELIAS

23-10-1957 EL MUNDO DEPORTIVO

TEMAS DE CIRCO

Los Charlivels en el Emporium

Desde el pasado lunes actúan en el Emporium, la sala de fiestas de la calle de Muntaner, los Charlivels, bailarines acrobáticos famosos internacionalmente. Los Charlivels, todos ellos de nacionalidad española, son hijos del renombrado augusto catalán Charlie Rivel, nacido en Cubillas, provincia de Tarragona, y, después de residir durante muchos años en Norteamérica, han llegado a Barcelona por primera vez, en una de las etapas de su jira por Europa entera.
Antes de que la edad le llevara a la comedia bufa, Charlie Rivel aprendió todos los oficios circenses y en todos ellos sobresalió: acrobacia, saltos, trapecio. Según el estilo de antaño, Charlie no gustó nunca de mucho ruido y pocas nueces sino que su preparación fue severísima, del máximo rigor técnico. Así, maestro de sus hijos, los Charlivels poseen a fondo la escuela durísima de la acrobacia, tanto como los bailarines de escuela más depurados, y han logrado, jovencísimos y de una extraordinaria simpatía, aunar las dos finalidades: sujetarse con absoluta fidelidad a los cánones más estrictos y lograr el beneplácito colectivo, incluso el de los profanos.
Los Charlivels no se aprovechan de recurso alguno, ni aun entre los lícitos. Trabajan sin accesorio alguno, con la cara sin pintar, vestidos de smoking. Los primeros ejercicios de baile acrobático, con todo, ya conquistan, por el esfuerzo y por la pureza de estilo, las simpatías generales. Además, saben llenar la pista con dinamismo, con la presencia agradable, con algún truco de humor, con la aptitud musical destacadísima. No tan solo se las entienden con el violín, la guitarra y los saxofones, sino que Valentino canta en el mejor estilo y se revela como un clarinetista eminente.
Una parte del espectáculo – el número dura veinte minutos – va dedicado al estricto bailes clásico, en la más pura escuela de Nijinski. Aun de smocking, quitada sólo la chaqueta, el recital es impecable, sin soslayar dificultad alguna. Los pasos más difíciles, sólo logrables después de años enteros de aprendizaje constante, son llevados a término con un total dominio y una demostración de unas dotes atléticas sobresalientes.
Después del baile clásico, los Charlivels vuelven al baile acrobático circense, algunos de cuyos trucos ya figuraban en su intervención en la película “Luces de Broadway”, estrenada hace dos años en Barcelona, Y Valentino, al lado de Carlos y Juan – nacido éste en alta mar, durante la travesía Palma-Valencia – da de nuevo, con el clarinete, una rotunda manifestación de su aptitud musical, aunada a las pasmosas facultades físicas.
Los Charlivels, que actuarán en el Emporium hasta el último día de mes, constituyen la gran atracción del momento en Barcelona.

JORGE ELIAS

24-10-1957 EL MUNDO DEPORTIVO

TEMAS DE CIRCO

Charlie Rivel entre nosotros

Hace tres años don Juan Carcellé presentó, en el solar de enfrente del desaparecido Olimpia, a un clown sensacional: Charlie Rivel. Después de haberse dado a conocer por el mundo entero, Charlie – en realidad Pepe Andreu – volvía a su tierra natal, a la ciudad en la que nació su padre y su llegada llegó acompañada por una emoción cierta: la de acercarse al pueblo en que vió la luz Cubellas, en la provincia de Tarragona, pueblo al que visitó y en el que fue objeto de un recibimiento entusiasta.
Situado en la pista de trabajo, Charlie dio cuenta de las exquisiteces de su arte, proclamado como excelso en todas partes. En su temporada barcelonesa, presentó a dos números: el de los trapecios volantes y el de la entrada de augusto. Situado en un programa en el que no faltaban los equilibristas ni los leones, la maestría del artista catalán refulgió con todo su esplendor y su éxito fue estruendoso, definitvo.
En los trapecios, vestido de frac, daba una versión grotesca a los ejercicios, supuestamnte ebrio e inhábil, y el número de clown musical, disponiendo de dos ayudantes – los clownes daneses Miehe – le permitió desplegar en su totalidad las cualidades bufas, acreditadas en mil sutilezas que fueron exquisitas para los atentos.
Después de haberse separado de los Miehe, Charlie se fue a Norteamérica para reunirse con los Charlivels, sus hijos. Tal vez como él fue alumno de su padre – don pedro Andreu, modesto aprendiz de ebanista en Hostrafranchs -, los Charlivels son alumnos de Charlie, de quien han heredado una completísima formación acrobática. Los tres casados, teniendo en total tres hijos – dos Juan y un Valentino -, los bisnietos del antiguo carpintero, destinados también a la profesión circense, continuan dando nuevos brotes al catalanísimo apellido de Andreu.
Los Charlivels, bailarines acrobáticos que actuarán hasta el último dia de este mes en el Emporium, no tienen esta vez a su lado, bajo los focos, a su padre y mentor. Charlie Rivel, sin embargo, no se halla retirado aún de las pistas. Habitualmente participa en un espectáculo de hora y media de duración, en el que su papel de augusto resulta decisivo, por la eficacia perenne de las finuras de su arte. El “show” de los Charlievels y su padre ha causado una sensación tal que, al ser presentado en Europa, en Munich, a mediados del pasado julio, obtuvo en seguida contratos de dos años, espléndidamente retribuidos, para actuaciones en la televisión y salas de fiestas europeas.
Aprovechando su estancia en Barcelona, Charlie no dejará de desplazarse a Cubellas. Quiere abrazar a los que aun le reconocen, quiere disfrutar de la popularidad que alcanzó. Todos los clownes, en efecto, son unos sentimentales.

Jorge Elias

24-10-1957 EL MUNDO

CAPÍTULO XXVII

Famosos en el mundo entero: Los Rivels

Los primeros payasos con quienes tuvimos trato fueron los Andreu, conocidos por los Rivels. Era a principios del año 1954. Nos enteramos de que se hallaban en Barcelona y que entrenaban por las mañanas en el ya desaparecido Teatro de Sans. ¿El Teatro de Sans? ¿Por qué precisamente allí? Muy fácil: don Pedro Andreu, ya viejo, conservaba inalterada la fidelidad a sus orígenes. No era tan sólo barcelonés, sino sansense. De Sans, en donde vivió cuando muchacho, había marchado siendo un adolescente para ir a correr mundo, para hacer los primeros pasos en la profesión que para la familia resultó insólita, la de circense. No era extraño, por lo tanto, que se sintiera atraído por el barrio en donde pasara su adolescencia.
Fuimos, pues, una mañana, al Teatro de Sans. «No ha llegado nadie aún», nos informaron. «Pregunto por los Andreu», quisimos precisar. «¿Los Andreu? ¿Serán catalanes? Aquí vienen todos los días unos que entrenan. Pero parecen extranjeros», comentaron.
Fuimos a dar una vuelta y al volver los Andreu hacía ya un rato que habían llegado. No entrenaban el número de los payasos, sino el de trapecios. ¿Extranjeros? Era posible la confusión. René, en particular, parecía un alemán.
Nos presentamos al padre y jefe. Queríamos justificar nuestra presencia. Usamos, sin vacilar, el catalán. Nos comprendió, según creemos, pero replicó en castellano. El castellano, además del francés, era el idioma familiar. Don Pedro, yendo a Sans a ensayar, era, fiel al barrio en que transcurrió su infancia. No conservaba la misma fidelidad, sin embargo, al idioma. «¿No habla nunca catalán?», preguntamos un rato después a René. «Sólo cuando está muy enfadado», nos contestó el mayor de los tres Rivels.
Enfadado, parecía estarlo ya entonces. No lo estaría mucho, sin embargo, por cuanto a pesar de nuestros intentos posteriores no salió una sola palabra en catalán de su boca. De hecho, no lo estaba en lo más mínimo, de enfadado. Reñía, se quejaba, no estaba por monsergas; pero este era su tono normal. A través del tiempo, de un año a otro, apenas le vimos sonreír. Descubrimos su propensión a la ternura, su amabilidad, su corrección. Pero casi nunca, ante nosotros, sonrió. Menos le vimos estallar en una risotada.
Rogelio, cogiéndose al trapecio y saltando a las manos de René, se quejaba del frío. Tenía los músculos agarrotados, según comentó. Le vimos enjuto y tieso, pequeño. René era su contraste: aplomado, fuerte, seguro.
Celito, al parecer, se quiso lucir. Con el bombín y el bastón - en cuanto al resto, un traje vulgar para el ensayo -, hacía el Charlot. Pero igualmente hacía el payaso durante los intervalos de ensayo. Venía hacia nosotros y hacía muecas, andaba grotescamente, hablaba con volubilidad.

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Al lado de su esposa (que le precedió en su fallecimiento) don Pedro Andreu revela
su auténtica personalidad llena de ternura


Algunas veces, años después, llegamos a hablar en serio con él, sin payasadas. Incluso le descubrimos, muy recóndita, una tendencia al sentimentalismo. Sería un hombre necesitado de compañía, de éxito, continuo; un débil, por lo tanto. Pero habitualmente era jovial, un payaso exquisito durante las veinticuatro horas del día.
Rogelio es el revés de la medalla: un gran melancólico. Le resulta difícil soltar la sonrisa. Y observamos desde un principio que tenía el surco naso labial muy marcado. En tiempos habría sonreído mucho, por lo tanto. ¿Melancólico? Más: un amargado. Si no, aún joven, no habría perdido el hábito antiguo de la sonrisa.
Rogelio es a quien hemos tratado más. René, recién casado entonces en segundas nupcias, no volvió, que sepamos, hasta 1960 a Barcelona. Terminados a fin de año los contratos, se quedaba con su joven esposa en París, en donde tenían casa. Celito, cuando se hallaba en Barcelona, no paraba nunca en casa. Nuestras conversaciones, pues, fueron más escasas. Con Rogelio, no. Casi no salía nunca, abnegado servidor de su padre. Siempre que nos personamos al domicilio le encontramos a punto de recibirnos, dispuesto a contar lentamente pequeñas cosas, con gravedad, sin saberse salir del detalle y entrar en las ideas más generales. Claro que, de no encontrarlo solo, no tomaba nunca la palabra. Dejaba que hablara su padre, sin interrumpir jamás.
Una vez nos pareció descubrir el secreto de su carácter. No había llegado aún del extranjero, según nos comunicó su esposa. Estaba, sin embargo, al llegar (venía en coche). Mientras nos lo estaba diciendo, llamaron a la puerta. Era él. Entró como una tromba. Dejó la maleta en el suelo y se

Rogelio, Celito y René Rivels: tres catalanes famosos en el mundo del espectáculo



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Los Charlivels (Carlos, Juan y Valentino Andreu) junto con su padre, Charlie
Rivel

lanzó a los brazos de su esposa. Nos retiramos a una habitación contigua. Pero pudimos ver el apasionado abrazo que daba a quien habría echado tanto de menos.
¿Frío, Rogelio? ¿Melancólico? Un gran fuego interior, sin duda. Un fuego siempre en activo, pujante. Pero un fuego dominado, dominado siempre con esfuerzo grande. Habrían habido, seguramente, choques con el ambiente producidos por la timidez. El resultado era fatal: inhibición. La frialdad, la introversión, por lo tanto, eran falsas, impuestas. Rogelio, el Rogelio auténtico, era un apasionado, un vehemente.
Un primer dato, por lo tanto. El payaso no es un hombre fácil, de una sola línea. Celito, aun cuando imperfectamente, lo demuestra. Lo demuestra con mayor profundidad que su hermano Rogelio. La teoría no quedará redonda, pero puede ser insinuada: el payaso forma un mundo aparte entre las mismas gentes del circo. Todos, o casi todos, presentarán anomalías psíquicas, generalmente un complejo de inferioridad. ¿Qué lo ha, sútilmente, producido? ¿Los aplausos, la necesidad del éxito de risas?
A don Pedro Andreu, cuando mozalbete, su padre, modesto carpintero de barriada, le enseñaba el oficio. Muy pronto, descontento, sintió la llamada del circo, entonces espectáculo popular. Triunfando de la oposición,

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paterna, a los quince años, junto con un hermano suyo, debutó en Jaén, como trapecista. Luego, ensanchando el campo de acción, le esperaba el éxito internacional. Después de vivir en el extranjero, aprendiendo todos los oficios circenses, volvió al año 1913 a su ciudad natal. Tenía ya sus hijos -María Luisa, única hija, fallecería dos años después, a los dieciocho de edad, en San Sebastián - con algunos de los cuales, los mayores, se presentó en el Tivoli, Desde el año siguiente, y durante nueve temporadas, recorrería España, con Circo propio. El antiguo aprendiz de carpintero había logrado, con creces, sus objetivos.
Intentó, más tarde, arraigar en Barcelona. Ya retirado del trabajo en la pista, logró, para sus tres hijos mayores, ya hombres hechos, un breve contrato para el Teatro Cómico. Luego, las oportunidades fueron, aún, menos importantes. Los 3 Rivels, destinados a ser famosos, trabajaron, siempre puliendo el número de clownes, en el Círculo de Sans y, como actuación final, en abril de 1948, en el Cine Moderno, incluidos, sin reconocimiento de los méritos, entre los números de variedades, presentados después de la proyección de las películas.
Don Pedro Andreu, viendo, casi todas las puertas cerradas, no lo pensó ya más. Traspasó la frontera, junto con René, Marcel y Rogelio, y se fue a conquistar a los públicos que fueran sensibles a la calidad del trabajo.
Charlie Chaplin, que residía, al igual que Grock, en Bevey, un pequeño pueblo suizo, fue a Lausanne, durante el verano de 1954, para ver trabajar a los Rivels, encuadrados en el Circo Knie. Después del número de trapecios, en el que Celito hace una parodia de Charlot, el cineasta, emocionado, salió a la pista para saludar a los circenses y, dirigiéndose a su imitador, dijo: «Es usted mejor que yo». Después de la réplica del trapecista, el Charlot verdadero, dirigiéndose a su hijo Michel, allí presente, y refiriéndose al circense, añadió: «Te presento a tu tío».
Celito Andreu, en efecto, con su voz cascada y grotesca, y sus ademanes desenvueltos, tiene una comicidad temperamental, vigente incluso lejos de la pista. Con los zapatos monstruosos, el bombín y el bastoncito, la imitación de Chaplin, en el trabajo, es perfecta. Cuando, para llegar al trapecio, intenta subir a la banquina a través de la escalera dé mano, se suceden los tropezones y las caídas, siempre imprevistas. El sombrero y el bastón, al resbalar y no poder ser alcanzados, permiten una gran variedad de incidentes, finísimos a pesar de la mecanización. Cuando se coge al travesaño dispuesto a balancearse, su juego es, como siempre, grotesco: simulación de fallos, ninguna plástica en la actitud, piernas encogidas. Cuando vuelve a la banquina de la que ha salido, cae en ella sentado, ridículo, con apariencia de inhabilidad.


Valentino, Carlos y Juan An-
dreu, los Charlivels






Rogelio Andreu, su esposa, dos de sus hijos y su hermano René



René, robusto y plácido, el portor en el número de trapecios, hace de enharinado, autoritario y digno, en el número de clownes. Posee un soberbio repertorio de trajes, con mantos de lentejuelas, chaquetas bordadas con hilos de oro y grandes plumas en el sombrero. Es un payaso displicente y desenvuelto que sabe llevar exactamente, bien encadenado, el número, preocupado en hacer valer, como corresponde, a los augustos.
Rogelio resulta un comediante fino, sólo excéntrico en el aspecto, con la peluca roja, el aire embobado. Mientras Celito es extravagante y busca el disparate, él representa al payaso con sentido común, burlador del clown, vencedor de todas las batallas dialécticas a pesar de su ingenuidad. Destaca, entre los tres hermanos, por su aptitud musical: toca el saxofón, el xilofón, el violín, el clarinete, la concertina inglesa, el acordeón, la guitarra, la mandolina. René domina la guitarra, el saxofón, la concertina. Celito, siempre grotesco, se las entiende con instrumentos grandes, entre ellos el trombón.
Don Pedro Andreu, con más de ochenta años a cuestas, no dejó de llevar nunca las riendas de la familia. Vivía con Rogelio en un segundo piso sin lujos de una casa del Pueblo Seco. En el mismo rellano tenía su domicilio Marcel.
La categoría física del hogar era inferior, sin duda, a lo que correspondería a la posición económica. Los Andreu, sin embargo, como todos

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los circenses, desprecian la ostentación y preferían vivir con modestia, en los barrios populares, antes que imponerse obligaciones grandes en los gastos generales.
El piso del Pueblo Seco albergaba cada invierno, por unos días o unas semanas, a sus titulares. El domicilio barcelonés no quedaba, sin embargo, durante el año, vacío. Las dos nueras de don Pedro – la esposa de Rogelio es alicantina, y la de Marcel, danesa - no abandonan casi nunca la residencia, en 1a ciudad, deseando que los hijos respectivos recibieran educación en colegios barceloneses.
Tuvo muchos hijos, padres a su vez de numerosa prole, y a todos dio, en lugar del oficio de carpintero que hubiese podido resultar familiar, la fama y la posición. Si miraba atrás, el camino recorrido resultaba largo. El premio supremo era para él este: el de que se le llamara, con justicia, patriarca y fundador de una dinastía famosa.

* * *

Habíamos acompañado varias veces a don Pedro Andreu por la calle. El octogenario andaba con paso vivaz, la espalda recta. Era menudo y huesudo, con el hombro recio. Su mejilla tenía apenas la arruga de la sonrisa, sus labios estaban siempre plegados con decisión. La mirada era directa, potente. Salía de unos ojos claros y pequeños, con ceja fina en el frontal ancho. Bajo el sombrero, la calvicie era completa, al igual que la de los hijos.
A veces, por las restricciones, no podía utilizar el ascensor. Don Pedro atacaba los ochenta escalones con el vigor de un hombre de media edad. El viejo luchador se encontraba aún fuerte.
En la pequeña habitación que hacía de despacho y salita de recibir, don Pedro no abandonaba nunca los monólogos. Sólo había que insinuarle el tema. Cogido el hilo, sus explicaciones eran prolijas, reiterativas. La memoria le resultaba fiel. Las ideas, abundantes.
Repetimos las visitas cada año, llegado enero. A veces decía que se quedaba, que sus hijos harían la temporada solos. A última hora, sin embargo, decidía irse con ellos. ¿Abandonar el mando? Tenía que ejercer, hasta el último momento las prerrogativas completas del jefe de família. El no abandonaría la rueda del timón. Quien no se conformara en ser siempre, simple marinero podía buscarse empleo en otra parte.
¿Quedarse en Barcelona? ¿Sin los hijos? ¿Sólo con la compañía de la esposa de Rogelio y de los nietos? Demasiado sacrificio. ¿Cómo ocuparía el año entero, los días larguísimos, las horas interminables? El no era hombre de ocio, de café. Ausente, durante tantos años, no tenía amigos con los que compartir las tardes. ¿Leer, entretenerse? ¿Entretenerse en qué? Desde muy joven, su vida era el viaje. Primero, trabajando; después, llevando las riendas. No: tenía que viajar hasta el último día, consumir todas las horas, al pie del cañón.
Cierto: se había propuesto escribir sus memorias. Incluso había prometido que lo haría. Tenía, terminadas ya, más de cincuenta cuartillas. ¡Cuántas cosas contaba en ellas! Pero para terminar el relato de la propia, vida sobraba tiempo. ¿Es que su vida terminaría algún día? ¿Quién pensaba en ello? Al fin y al cabo, si las memorias quedaban inconclusas, ¿qué importancia tenía?
Alguna vez parecía que el propósito de descansar un año se realizaría, Don Pedro tosía, asmático, y tenía propensión a los enfriamientos. Era una tos pertinaz, molesta. No, era especialmente fumador, Fumaba, sin


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Charlie Rivel, un actor bufo de una gran expresividad
embargo, y el tabaco le provocaba los accesos. Pero él fumaba aún teniendo que liar el cigarrillo sin destreza.
Don Pedro Andreu falleció durante el invierno de 1957, a punto de cumplir los 84 años. Nos dio detalles de la muerte Rogelio unas semanas después.
-¿Qué día exacto falleció su padre?
-El 12 de noviembre, en nuestra casa de Gennevieves sur Marne. Antes había estado enfermo, internado en una clínica. Hacía ya, sin embargo, la vida casi normal, levantándose todos los días, sin otra molestia que la de su tos pertinaz. La noche antes, después de cenar, habló largo rato: los proyectos más inmediatos, los quehaceres para el día siguiente. A la mañana siguiente, según su costumbre, mi esposa fue a encender la estufa de la habitación y a llevarle el desayuno. dio los buenos días y papá no contestó. Descorrió ella las cortinas y allí le vio, caído de la cama, recostado en la mesita de noche y como durmiendo. Estaba muerto.
-¡Vaya susto se llevaría!
-El médico indicó que había muerto unas horas antes, de un fallo del corazón. Tal vez, se sintió mal y quiso bajar de la cama para llamar, a mi esposa. Tuvo una m
uerte dulce, sin dolor. Su expresión serena, ya frío, era la de un durmiente.
-¿Estaban todos ustedes con él en aquel momento?
-No. Nos hallábamos trabajando en un pueblo de Alemania. La única persona que estaba a su lado era mi esposa. María había quedado todo el año en Barcelona. Cuando papá se puso enfermo, cogió ella el tren y se reunió con él en París. Papá había estado toda la temporada con nos-
Los 3 Rivels aplaudidos por todo Europa: René, Celito y Rogelio
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otros, pero le llevamos, a París cuando vimos que su estado requería cuidados. Allí murió, sin ninguno de los hijos a su lado, sólo con Maria haciéndole compañía. Incluso un detalle: a los ruegos de papá, cuando salió de la clínica mi esposa volvió a Barcelona para llevarse a nuestro hijo Pedro, su predilecto y estar de nuevo al lado del abuelo inmediatamente.
-¿Qué familia ha dejado don Pedro?
-Los cinco hijos: Pepe, Pablo, René, Marcel y Rogelio. Dieciocho nietos: los cuatro hijos de Pepe: Paulina, Juan, Carlos y Valentino; ocho hijos de Polo: Polo, María Luisa, Paulette, Josette, Jacques, Jacqueline, Éerié y Rogelio. Una hija de René, en su primer matrimonio, Renée; dos hijos de Marcel, María Teresa y Juan José, y mis tres hijos, María Luisa, Rogelio y Pedro. Y ocho bisnietos: dos de Paulina, uno de Josette, dos de Jacques, dos de Juan y uno de Valentino.
-¿Por dónde han ido los Rivels durante el año?
-Partimos en marzo de 1957 para Frankfurt para incorporarnos al Circo Franz Althoff. Actuamos durante unas semanas en Alemania y después fuimos a Bélgica, en donde pasamos casi medio año. Después, otra vez a Alemania, hasta mediados de noviembre. El 29 del mismo mes debutamos en París, en el Medrano, en donde estuvimos hasta el 19 de diciembre. Finalmente, fuimos a Londres, al Harringay Circus, en donde debutamos el día antes de Navidad y terminamos el 25 de enero.
-¿A dónde irán ahora?
-Volveremos a mediados de marzo a Alemania, de nuevo con Franz Althoff. Ya no nos acompañará papá; su recuerdo sí, pero no su presencia física,. Después de tantos años guiándonos siempre, el vacío es grande.
-Y en el corazón, Rogelio, según suponemos.

* * *

-Con Rogelio volvimos a vernos a principios de 1959. Le preguntamos:
-¿Qué hicieron al marcharse, hace un año, de Barcelona?
-Estuvimos, según ya le anuncié, en el Circo Franz Althoff. Hicimos la temporada entera por Alemania Occidental y terminamos el pasado noviembre en Berlín.
-¿Hacía dónde se dirigió al quedar libre?
-¿A dónde iba a ser? Hacia Barcelona. El 5 de agosto había nacido mi cuarto hijo y aún no le conocía.
-¿fue niño?
-No: niña, según deseábamos. Ya teníamos dos varones, Rogelio y Pedro. Otra niña tenía que hacer con María Luisa la doble pareja. Y así fue: Mercedes, gordita y alegre, un portento.
-¡Enhorabuena!
-Después de estar quince días al lado, de los míos, salí hacia Inglaterra. Allí estuvimos durante seis semanas, en Brigton, participando en una revista sobre hielo. Fuimos luego a Londres y estuvimos allí otra semana, en el Royal Albert Hall. También actuamos por la televisión.
-Y, ¿hacia Madrid?
-No. Primero pasamos por Lisboa, en el Coliseo dos Recreios. Debutamos el 13 de febrero y estuvimos durante diez días, siempre con llenos completos. Luego fuimos a la capital de España. Debutamos el 25 de febrero y terminamos el 23 de marzo. Hicimos también una actuación por la televisión.
-¿Ahora irán al extranjero?
-No. Haremos la temporada entera por España. Hemos firmado con el

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Charlie Rivel entre los Miche, clownes con los que se presentó en Barcelona

señor CarcelIé hasta septiembre. Debutamos el 10 de abril en Málaga, pasamos a continuación a las ferias de Sevilla. Veremos, si sabremos adaptarnos a las tres o cuatro funciones diarias.
-¿Actuarán en Barcelona?
-No sé. En octubre, tengo que estar sin falta en Alemania. En Inglaterra quieren también tenernos durante el próximo invierno. No puedo asegurarle que prorroguemos con don Juan Carcellé.
-¡Prorrogarán. Ya les vemos en el próximo festival de Montjuich.
-Quién sabe.
-La apuesta queda en pie. Nuestras ganas dé verles son indudables.

* * *

Los Rivels hicieron efectivamente la temporada de 1959 en España. Pero no llegaron a Barcelona: el contrato no tuvo prórroga. Perdimos, pues la supuesta apuesta. Los vimos a finales de año en Barcelona, esta vez a René. Pero entonces no le sometimos a ningún interrogatorio periodístico.


CHARLIE RIVEL

En otoño de 1954 actuó en Barcelona el mayor de los Andreu, Charlie. Tuvimos algún contacto, pero no nos hicimos especialmente amigos. Cuando le tratamos con mayor asiduidad fue a finales de octubre de 1957. Junto con su esposa había venido como acompañante de sus hijos, los Charlivels, quienes actuaron en el Emporium. Nos dijo que no se hallaba retirado, Precisamente hacía un largo número cómico-musical con sus hijos en el que él, sin lugar a dudas, tenía la parte más importante.
Le dijimos que iríamos a verles a menudo, a fin de saciarnos del número acrobático de sus hijos, y él podría contarnos muchas cosas. Adivinó que le decíamos la verdad, y que resultaríamos el único interlocutor le tendría durante los días de su estancia en Barcelona. Dispuesto a tener, compañía y oyente, nos invitó a cenar aquella misma noche. No nos hicimos mucho de rogar y aceptamos. Fuimos a «Los Caracoles».
Éramos ocho en la mesa: él y su esposa, los tres hijos y la esposa de dos de ellos y nosotros. Las dos muchachas eran encantadoras, al igual que doña Carmen; los muchachos, muy simpáticos. Alternábamos el castellano deficiente por parte de todos, con el inglés, el nuestro malísimo, y con el francés, también mediocre por parte de quienes lo hablábamos y nulo por parte de una de las jóvenes señoras. Cambiar tanto de idioma nos desconcertaba, pero lo encontramos muy divertido.

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Divertida de veras lo fue la seria entera, o, para precisar más, hasta más de su mitad. Charlie -nosotros le llamábamos Don Pepe – quiso dejarnos buena impresión e hizo el payaso durante todo el rato. Hablaba sin parar, generalmente refiriéndose a sí mismo, hacía muecas y soltaba ingeniosidades. Una delicia.
Durante el repaso, según acostumbra a suceder, acudieron varios vendedores de billetes de la lotería, de encendedores, de qué sé yo. Una de las veces se acercó un pintor –vestido miserablemente: pequeñas acuarelas de vistas típicas de la ciudad. Charlie estaba perorando, leyendo no sé qué. Interrogó irónico al modesto artista, se colocó los lentes en la punta de la nariz, hizo una mueca que le llenó la cara entera. El pintor, algo escurrido, dióse la vuelta y desapareció. Continuamos comiendo.
Pero Charlie, a los pocos minutos, dejó caer el tenedor, trasmudado. Se dio cuenta de que había abusado de sus facultades mímicas, de la miseria del modesto acuarelista. Se levantó de la silla, muy serio, recorrió los comedores vecinos, interrogó a los camareros, salió incluso a la calle. Ni rastro del pintor. Quería, seguramente, excusarse, demostrar al pobre hombre que no había habido intención de ofensa.
Doña Carmen, que conocía el paño, quiso quitar importancia al hecho, actitud en la que la ayudamos todos. El vendedor, con toda probabilidad, no habría visto malicia en la modesta broma, o al fin y al cabo, estaba ya curtido. Charlie no nos hizo caso. Volvió a levantarse volvió a preguntar a todos, volvió a salir a la calle. Todo inútil.
Cambió al acto el signo de nuestro humor. Charlie había perdido la alegría de antes y no logramos distraerle. Todos estábamos mohínos, principalmente al ver el disgusto de nuestro anfitrión. Así terminó la cena, con tanto silencio como jolgorio había habido al principio.
Cuando salimos a la calle, Charlie aún mirando por los bares, doña Carmen consoló a su marido en el mismo tono con que una madre dulce atiende a su niño más mimado. Tal vez traicionáramos nuestra perplejidad . «Suerte tengo de ella», comentó el payaso sesentón. “Es su carácter”, concluyó doña Carmen, con una sonrisa.
Según habíamos prometido, fuimos a menudo al Emporium durante aquellos días. Una de las veces nos dio cita en su hotel, para el día siguiente, a la una de la tarde. Al llegar, nos hicieron esperar un momento. Después nos introdujeron a la habitación. “No hacemos cumplidos”, se excusaron.
Charlie estaba al borde de la cama, poniéndose los calcetines. Iba en ropa interior, pequeño y rechoncho, con la carne blanquísima. Habría ya pasado por el cuarto de baño. El Circo Americano debutaba aquella noche. Les habíamos conseguido un palco. No habíamos podido lograr, en cambio, la realización de otro propósito de Charlie: el de salir a la pista a saludar.
En el Emporium, días después, concertamos otra visita al Americano. «No se vaya una vez termine el programa», nos rogó. «Tenemos que ir a cualquier parte, a divertirnos un poco». Terminó la función y nos abstuvimos de despedirnos: deberes de cicerone. Con el recinto ya vacío iban saliendo los artistas. «Presénteme a algunos», nos rogó. Paramos a unos

Socarrón y expresivo, Charlie Rivel en su caracterización, de augusto

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cuantos e hicimos las presentaciones. Charlie estaba locuaz: una torrentera de palabras. Los empleados nos avisaron: «Vamos a cerrar las luces». Nos encaminamos a la puerta.
En la puerta, saliendo ya de la plaza de toros, continuó la conversación, casi un monólogo. El grupo era numeroso: un amplio círculo. Charlie bajo y gordito, estaba en medio, gesticulando y hablando sin parar. Contó anécdotas, improvisó sobre recuerdos. Tanto le importaba el tema o el sujeto. Lo que quería era causar impresión, disponer de un auditorio, sentirse importante. Alguien propuso ir a un café. Charlie no accedió ni hizo caso. Temería que le rompieran el hilo, que entre cuatro paredes dejara de encontrarse a sus anchas. Así estuvimos hasta las tres todos de pie formando círculo. Al último, el frío nos echó. Charlie peroró hasta el último minuto. Finalmente llamó a un taxi. Nos hizo subir, quieras que no. ¿A dónde nos llevaría a tales horas? No había motivo para alarmarse. Nos llevaba a casa, cortésmente. Nos sentamos rendidos en el interior del vehículo. De haberío imaginado podíamos haber desaparecido una vez formalizadas las primeras presentaciones. Pero Charlie necesitaba un apoyo y en aquellos momentos le habíamos resultado indispensables.
Nos prometió que escribiría, que mandaría recortes de periódico y programas. Hasta ahora no lo ha hecho.

* * *

Tuvimos con Charlie una sola conversación periodística. Es la siguiente:
-Venga un abrazo, don Pepe.
-No sabe con qué gusto se lo doy. Soy feliz de hallarme de nuevo en Barcelona.
-¿Es esto el clásico recurso cortés?
-Ni mucho menos. No intervengo en absoluto en el número; no persigo, por lo tanto, publicidad. Aquí me hallo a mis anchas, esto es cierto.
-¿Sentimental?
-¿A qué negarlo? Lo soy, como todos los clownes. Nosotros nos hacemos niños de veras. Nuestro repertorio está inspirado en la observación de la psicología infantil. ¿Qué quiere? Lloramos y reímos como ellos, casi sin transición, por cuanto al pintarnos, y aun mucho antes, nos hemos metido dentro de la piel de un niño cualquiera.
-¿Su mensaje, pues, es cómico o trágico?
-Todo a la vez. ¿Cómo llegamos a la risa? A través de la lástima. No tenemos nada. Somos, sin embargo, felices. Así nos hacemos querer: por la piedad. No presumimos, no nos las damos de listos. Al final, sin embargo, engañamos siempre al clown, tradicionalmente el sabio. Es ésta nuestra filosofía esencial, la paradoja constante de la vida.
-¿El augusto, por lo tanto, debe de ser triste?
-Claro. Lo es Charlot, lo es Grock. Yo tampoco me escondo de serlo. Somos melancólicos y delicados, con una gran susceptibilidad. Tenemos el corazón demasiado grande. Sentimos amargura por cuanto somos unos inadaptados. Nosotros hacemos una caricatura bufa de la comedia humana. La comedia de la vida, sin embargo, es siempre dramática, portadora de amargura.
-¿Se pintan la cara para esconderse?
-Lo hacemos por tradición, para estilizarnos. ¿De quién procedemos? De Pierrot. Pierrot, con la cara blanca, es siempre un desdichado. La blan-

Celito, René y Rogelio Andreu preparándose para salir a la pista
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cura de su cara acusa más el sufrimiento. Y Pierrot ha derivado en el clown, en el enharinado, propiamente el regidor, y hemos sido nosotros, los augustos, quienes nos hemos hecho con el papel trágico, disimulado con el grotesco.
-La cara blanca...
-Lo mismo que la negra. ¿Ha visto nada más trágico que un actor negro? El negro llega al patetismo más crudo y más pelado, a la esencia misma del drama perpetuo. Sucede igual que con los de piel amarilla. Con la aparente inmovilidad de las facciones, sólo con rictus violentos y un maquillaje grosero, los chinos y los japoneses hacen una comedia horripilante, sobrecogedora.
-Destino duro, así, el de los augustos.
-La compensación, la mínima compensación posible, la hallamos en volvernos como niños. Nos reímos y hacemos reír. Ahogamos nuestras preocupaciones y nivelamos un poco el déficit de risas de los otros. Sufrimos constantemente, sin embargo, y suerte tenemos, al fin y al cabo unos débiles, con la ayuda decisiva de los que están siempre juntos con nosotros.
-¿Los hijos?
-Sí. Ellos son nuestro consuelo. Entre ellos está siempre nuestra felicidad. Y, por encima de los hijos, la esposa. La mía es quien me da constantemente ánimos; quien quita gravedad a mis preocupaciones; la verdadera amiga, siempre útil. Sin ella, yo no podría resistir los embates
-¿Veremos alguna vez al Charlivels Show?
-Por mí no se va a perder. Soy catalán, a pesar de que, en familia, más que el castellano - desconozco el catalán - hable el francés y el inglés. Y mi tierruca me tira.
-No falla: agua de Canaletas.

Rogelio, René, y Celito Rivels en la entrada musical



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Rogelio, René y Celito Andreu en un momento de euforia lejos de la pista

Con los Charlivels hablamos así:
-¿Quién es el mayor?
-Yo, Juan. Tengo treinta y un años.
-¿Nacido en tierra española?
-En mar español, catalán, a bordo del “Jorge Juan”, durante la travesía Palma-Valencia.
-¿Casado?
-Sí, con muchacha americana. Tenemos dos hijos, el mayor de seis años y el otro de cuatro.
-¿Sigue?
-Charlie o Carlitos, de treinta años de edad, con la calvicie familiar ya incipiente. Nacido en Londres y viajando con pasaporte Inglés.
-¿Su esposa?
-Francesa. No procede del circo.
-¿El menor?
-Valentino. Veintinueve años. Nacido en Bruselas, nacionalizado español. Casado con americana y con un hijo de año y medio.
-¿Cuándo fueron a América?
-En 1946. Allí hemos estado hasta julio pasado.
-¿Qué hicieron al llegar?

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-Actuamos en París, por la televisión. Al día siguiente en Londres también por la televisión. Después una gala en Vienne, cerca de Lyon. A continuación, quince días en Madrid, en Villa Rosa. De allí saltamos a Montecarlo, para actuar. en el Casino. El mes de septiembre lo pasamos en Munich, actuando con nuestro padre, y volvimos luego a Madrid para trabajar en Casablanca.
-¿A dónde van ahora?
-Tenemos contrato de dos meses para trabajar en Viena. Luego Hamburgo y Colonia. Seis meses, a continuación, en Bélgica, coincidiendo con la Exposición. Vuelta a Alemania y ocho meses en Escandinavia. Todos son contratos logrados sólo al llegar.
-Es el momento del triunfo pleno, por lo visto.
-Ya nos toca. Venimos ensayando desde pequeños. Seis y siete horas diarias. En los últimos años, ensayamos a pesar de actuar el mismo día.
-¿Tan duro es el aprendizaje acrobático?
-Vea: no puede hacerse un equilibrio de manos si antes no se domina la «souplesse». No puede hacerse una corbeta si antes no se domina el equilibrio de manos. Después, los flip-flaps, las rondadas, los mortales. Hay que saber colocar los riñones y la cabeza, según decimos; engruparse, saber dar la vuelta. La sola espacada requiere meses y meses de ensayos. Hay que adaptar las articulaciones a la posición, colocar los pies adecuadamente. Nuestro estilo tiene que ser tan puro como el de los gimnastas deportivos.
-Ya saben contorsionarse y saltar. ¿Qué más?
-El baile clásico, llamado de escuela. Es lo más duro que existe. No hemos perseguido las simples florituras. Nos hemos adscrito a la escuela de Nijinsky, el mejor bailarín clásico que jamás existió. Todo cuanto hacemos es de la más pura academia.
-En ustedes, en efecto, se nota una gran variedad de pasos y de saltos.
-¿No decían que el mortal árabe, o sea saltando de lado, es infrecuente entre los no africanos? Nosotros lo damos como un salto más. ¿Ha visto el paso ruso de Charlie? En cuclillas, estirando la pierna, sin aprovecharse de ninguna ventaja. Después, el salto llamado tártaro: una pirueta en el aire con una pierna doblada; las palometas, o sea los saltos dibujando círculo, con las piernas abiertas, el cuerpo en posición inclinada; el salto llamado del paraguas; el medio flip-flap, o flip vuelto, o sea a quedar en equilibrio de manos, dar media pirueta manos al suelo e ir a quedar de pies; las piruetas sencillas y dobles de Charlie al aire; las cabriolas a tres, con las que aparecimos en la película «Luces de Broadway».
-Anonadado.
-Después, aprender música. A Valentino ya lo ha visto con el clarinete. Formidable, ¿no? A mí me gusta principalmente el piano. Me paso horas y horas tocando, no jazz, sino música seria. Incluso compongo. La canción «Sea un clown», del espectáculo que presentamos con nuestro padre, está compuesta por mí. Dicen, además, que sirvo para augusto.
-Bravo por Juan.
-Todo lo debemos a nuestro padre. Suerte de que él aún nos ayuda. En nuestro número “Charlivels Show”, él tiene, como augusto clásico, un papel importante. Su larga camiseta encarnada y su trombón, sus infinitos recursos bufos, aún son decisivos.
-¿Y su madre?
-Entiende tanto como nosotros. No en vano es hija de Paco Busto, un clown que fue muy famoso en su tiempo. Además, toda la vida acompañando a nuestro padre. ¿Quién no se hace fuerte en la asignatura?
-Sobresaliente colectivo.

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2 comentaris:

Anònim ha dit...

És molt interessant la història de la família Andreu Rivels. Tanmateix, no hem d'oblidar que Charlie Rivel va combregar i va acceptar plenament el nazisme animant a Hitler a conquerir Europa.
Ple d'ambició i desitjos de poder Charlie va posar una denúncia al seu pare a l'Alemanya nazi. Volia quedar-se el nom, els diners, tot i deixar a la resta de germans amb el ... a l'aire.
Aquesta fama que té a Espanya es deu a que tenia contactes amb Franco (clar, l'ésser un ex de Hitler). Després de la guerra ningú el volia i va ser Franco que li va concedir un passaport, a més d'influència.
El centre "anticultural" Arts Santa Mònica ha perdut qualsevol prestigi que pogués tenir per donar suport a un nazi i deixar als demòcrates a la cuneta.
Els errors es paguen. Què pensaran pròximament a Alemanya d'aquest antre?

La història dels Rivels en http://www.andreu-rivels.org

Rivel ha dit...

Encara me'n recordo (jo era un nen) l'enorme afecte dels Tres Rivel cap al periodista Kim Elías.
En un altre ordre de coses, La veritable història de Charlie "El nazi" i la família Andreu Rivel la trobareu a:
www.rivel.com.es/charlie-rivel-el-bufon-de-hitler/index.htm

Salutacions
Rivel